¿Ahorro extremo o tacañería? La Psiquiatría explica por qué a algunos les cuesta ser generosos
¿Ahorro o tacañería? La psiquiatra Laura Villamil explicó por qué a muchos les cuesta ser generosos, revelando razones psicológicas más allá del dinero.
Noticias RCN
09:40 p. m.
La línea entre el ahorro inteligente y la tacañería puede ser difusa, pero sus raíces psicológicas son sorprendentemente profundas.
Más allá de la simple gestión económica, la renuencia a dar, incluso lo más mínimo, revela complejos mecanismos mentales, emocionales y de crianza.
Mientras que la generosidad se asocia a menudo con el bienestar y el placer de compartir, la tacañería se manifiesta como una incomodidad palpable ante el acto de dar.
La psiquiatra Laura Villamil, experta en la materia, reveló las múltiples capas de este comportamiento. Para ella, no se trata solo de dinero, sino de un entramado de inseguridades, experiencias de vida e incluso ciertas condiciones psicológicas que dictan la relación de una persona con sus recursos y con los demás.
¿Qué factores psicológicos y vivenciales influyen en la dificultad para ser generoso?
La dificultad para ser generoso en algunas personas a menudo se ancla en el miedo a la inseguridad financiera.
Aquellos que han experimentado la escasez o la incertidumbre económica, ya sea en la infancia o en etapas adultas, tienden a aferrarse a sus bienes, incluso cuando su situación actual ya no lo justifica.
La psiquiatra Villamil explica que "el temor a ‘quedarse sin’ eclipsa la posibilidad de compartir". Este patrón se refuerza desde la infancia: crecer en entornos donde el dinero era una preocupación constante o donde la frugalidad extrema era una virtud incuestionable puede cristalizar la tacañería como un hábito difícil de romper en la edad adulta.
Más allá de las finanzas, la personalidad individual también juega un rol crucial. Individuos con altos niveles de ansiedad, neuroticismo o con condiciones como el Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC), pueden manifestar una resistencia intrínseca a dar, motivada por el miedo a perder el control.
En los casos más extremos, la falta de empatía es un factor determinante. Villamil subraya que "a quienes les cuesta conectar con las necesidades ajenas, les resulta casi imposible ser generosos", evidenciando una desconexión emocional que impide la manifestación de la generosidad.
¿Cómo puede el entorno social y económico impactar la inclinación a la generosidad?
El entorno social y económico tiene un impacto significativo en la forma en que las personas se relacionan con la generosidad.
Factores culturales que priorizan la autosuficiencia extrema por encima de la solidaridad comunitaria pueden moldear comportamientos más reservados. Asimismo, las crisis económicas actúan como un potente catalizador, activando una "mentalidad de escasez" incluso en quienes poseen recursos suficientes.
Villamil añade que "en recesiones, incluso quienes tienen recursos suficientes se vuelven más reticentes a compartir", lo que demuestra cómo el contexto puede exacerbar una conducta que, en principio, no tiene que ver con la capacidad real de dar.
Para aquellos que buscan superar esta tendencia, la psiquiatra propone estrategias prácticas: cultivar la empatía a través de pequeños actos de generosidad, asignar un porcentaje fijo del presupuesto a donaciones para reducir la ansiedad, y fortalecer la seguridad personal mediante una buena educación financiera.
"Entender que dar no significa perder control es el primer paso", concluye Villamil. Es una invitación a repensar nuestra relación con el dinero y con los demás, buscando un equilibrio entre la prudencia y la apertura.


