Bogotá tiene su propio tallador de calabazas para Halloween: trabaja en las plazas distritales de mercado
Con 15 años, Pedro aprendió a tallar rostros sobre vegetales y espera que sus hijos mantengn viva esta tradición.
Noticias RCN
04:43 p. m.
La milenaria tradición celta de tallar rostros humanos en frutas y verduras, que habría nacido con las remolachas y migró a las calabazas cuando comunidades irlandesas y escocesas rehicieron su vida en los Estados Unidos, fue retomada hace 35 años por el boyacense conocido en plazas de mercado como Don Pedro Bohórquez.
Entre sus clientes están embajadas, centros comerciales, restaurantes y particulares que, en la temporada de Halloween, “se enamoran” de sus obras realizadas sobre las míticas bayas de cáscara dura, que suelen ir iluminadas con una vela.
Según recordó en diálogo con la Alcaldía de Bogotá, desde hace 35 años inició a tallar calabazas y, desde entonces, no ha parado.
‘’El proceso parece sencillo, pero requiere paciencia, fuerza y creatividad. Para ello, selecciono las calabazas de mayor consistencia, luego trazo con marcador las líneas iniciales del rostro y, con cuchillos de diferentes tamaños, comenzó a dar forma a ojos, bocas y figuras’’, explicó.
La producción de calabazas para Halloween inicia en marzo:
Al igual que las comunidades europeas que migraron a los Estados Unidos, pero quisieron mantener vivas sus tradiciones, como el Samhain, donde ahuyentaban almas inquietas con rostros tallados sobre vegetales, Don Pedro utiliza las calabazas porque su gran superficie le permite trabajar con mayor facilidad.
Para que alcancen el tamaño propicio, "los campesinos inician la siembra con siete meses de antelación, tiempo en el que trabajan en la cosecha, para estar preparados para la temporada’’.
Don Pedro es reconocido en las plazas distritales de la capital colombiana por su oficio, por el que cobra entre 10.000 y 100.000 pesos, debido a que "algunas piezas requieren más tiempo de trabajo y las más grandes, que superan los 60 kilos, hasta la ayuda de dos personas para moverlas”.
¡Mantener la tradición viva!
En su natal Ventaquemada, se crio entre frutas y el olor del campo, donde descubrió su pasión y, desde los 15 años, la convirtió en su trabajo.
Según dice, tallar “es un arte que no quiero que se pierda. Mi sueño es que mis hijos —a quienes logró enviar a la universidad con sus ventas en plazas de mercado— aprendan a tallar las calabazas y que mantengan viva esta tradición”.

