Las tres tragedias de Pilar en la toma al Palacio de Justicia: 40 años buscando a Jimmy
Dicen que hay dolores que no se acaban con el tiempo y que hay memorias que se vuelven una forma de resistencia. La de Pilar Navarrete es una historia de amor, pérdida y una batalla incansable.
Noticias RCN
01:50 p. m.
Las últimas cuatro décadas de María del Pilar Navarrete han transcurrido entre la espera y la memoria. Cada aniversario del holocausto del Palacio de Justicia la devuelve a ese mismo lugar, frente a las cámaras, con la voz entrecortada, repitiendo una historia que el país parece haber olvidado, pero que ella se niega a dejar morir.
—¿Cuántas veces ha contado esta historia? —le preguntaron una vez.
—La he contado primero a mis nietos, a mis hijos, a mi familia, en colegios, en universidades, en muchos países —respondió Pilar, como quien lleva una verdad tatuada en el alma.
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Ella busca justicia. Ha señalado a los responsables y ha exigido que se juzgue a quienes participaron en la desaparición, tortura y muerte de su esposo, Héctor Jaime Beltrán, “Jimmy”, uno de los trabajadores del Palacio de Justicia.
Un adiós que fue una despedida
Jimmy solía despedirse diciéndole “Adiós, ojos lindos”. Ese 6 de noviembre de 1985, salió rumbo a su trabajo con una foto en el bolsillo: la de sus tres hijas disfrazadas de brujitas. Pilar le pidió que jurara no perderla.
—Si la bota, no vuelve, le dijo entre risas.
Él juró. Y no volvió.
Horas después, el país vio por televisión cómo el M-19 tomaba por asalto el Palacio. Pilar apagó la radio, la televisión y trató de calmar a las niñas. No sabía que acababa de iniciar la primera de sus tragedias: la desaparición de Jimmy.
Durante días, semanas, meses y años, buscó entre morgues, hospitales, cementerios y archivos oficiales. Se enfrentó al silencio del Estado y a la desesperanza.
—Yo decía: él regresa. Apenas se den cuenta que es un mesero, lo dejan salir.
Pero Jimmy nunca regresó.
Una búsqueda que no tuvo fin
Pasaron 31 años, 6 meses y 23 días. Pilar seguía buscándolo. Hasta que un día, en una sala de medicina legal, una odontóloga le mostró unos restos encontrados en Barranquilla.
—Esto que está acá no tiene este diente de acá, le dijo Pilar.
—Sí, se le había caído, respondió la especialista.
Y entonces lo entendió: era Jimmy.
El cuerpo de su esposo había estado enterrado durante tres décadas bajo el nombre del magistrado auxiliar Julio César Andrade. Otra familia había llorado sus restos, sin saber que no eran los del magistrado.
Fue su tercera tragedia: descubrir que su esposo había tenido un entierro ajeno.
Aun así, Pilar agradeció a la familia Andrade:
—Sé que el amor con el que cuidaron esa tumba también le dio descanso a Jimmy.
La memoria como justicia
Hoy, a sus 60 años, Pilar no olvida ni se detiene. Sigue contando su historia, no solo por su esposo, sino por todos los desaparecidos.
—Pudimos sacar los hijos adelante. Aquí estoy, por ti, Jimmy.
Cada vez que vuelve al Palacio de Justicia levanta la mirada. Ya no ve una ruina, sino un símbolo de memoria.
—Ahora lo sentimos más como una casa de memoria que de dolor, dice.
En esas paredes aún habita el eco de su voz, la de una mujer que convirtió el amor en una forma de justicia.


