Ella es la artista ciega que enseña a pintar a personas con discapacidad visual
María del Carmen ha perdido la visión progresivamente por una enfermedad. Hoy ayuda a personas como ella a través del arte.
Noticias RCN
07:00 p. m.
¿A qué huelen los colores?, ¿cómo los describiría más allá de su tono o aspecto? Seguramente le tomaría un poco de tiempo responder estas preguntas, pero María del Carmen Torres dice con rapidez que los colores cálidos huelen a dulce y los fríos tienen dejes a humedad en su aroma.
María del Carmen sabe también, por ejemplo, que el color blanco huele a polvo y que el azul tiene un olor similar al moho. Después de todo, tuvo que aprender a identificar los tonos con algo más que con su vista, esa misma que poco a poco le ha sido arrebatada por una enfermedad llamada toxoplasmosis.
Hoy, esta artista quindiana, que lleva más de cuarenta años viviendo Bogotá, ha asegurado que, a pesar de la pérdida progresiva de su visión, ha logrado pintar más de 100 cuadros, a los que les pone relieve para que no solo sean apreciados con la vista, sino con el tacto también.
Pero no se ha quedado ahí, ahora, da clases de arte a personas con discapacidad visual como ella, les muestra cómo usar sus manos y nariz para pintar sin ver y así dar "pinceladas de oro" -como ella la llama- para empezar a sanar heridas y expresar emociones que tenían reprimidas.
¿Cómo fue el proceso de aceptar la ceguera y perder la visión?
María del Carmen describe el perder la visión como un proceso “un poco traumático” porque fue de un momento a otro, sin esperarlo, solamente un día su ojo empezó a secretar y luego empezó a serle difícil el intentar verse en el espejo y ver el rostro de su marido.
“Empecé a ver que era una persona diferente y sin embargo, yo no me acepté”, asegura la mujer.
Le dolía y sabía que algo no andaba bien, pero calló, lo hizo por vergüenza y porque no deseaba reconocer lo que estaba pasando, intentó esconder su progresiva ceguera por un tiempo, pero luego ya no le fue posible; se quemaba y lastimaba en la cocina, dejaba a sus hijos pequeños en el aire porque no podía ver la cama y a veces soltaba los platos de comida sobre la nada creyendo que los había puesto encima de una mesa.
La pérdida fue progresiva hasta el punto en que cuando nació su primera hija, Erika, no fue capaz de conocer por la vista sus rasgos.
“No podía ver como eran sus ojos, no podía ver cómo era su rostro en sí, solo tenía que deslizar mis manos sobre su rostro y sentirla, no supe de qué color eran sus ojitos, no supe cómo era su entorno… y simplemente callar”, aseguró la mujer.
La situación fue empeorando y ahora es casi completamente ciega, por ello ha decidido esconder sus ojos miel con verde detrás de unas oscuras gafas negras.
El miedo no le dejaba confesar a su marido lo que le sucedía, hasta que el médico que la trataba le dio dos opciones: o ella le decía a su esposo o lo hacía él, así que se armó de valor y le dijo lo que sucedía a su compañero de vida. Hoy, el hombre de pelo canoso y estatura media la acompaña a todos lados y siempre le presta su brazo para que ella pueda guiarse.
El arte en la vida de María del Carmen
A pesar de que su aceptación hacia su condición visual ha mejorado, admite que a veces aún reniega de no poder ver las cosas, sin embargo, eso nunca la ha alejado del arte, pues precisamente todo lo que siente ella lo pone en sus cuadros.
“Yo pinto cuando todo, no puede haber un día que yo no pinte …”, asegura. Incluso, admitió con picardía, a veces deja salir su agresividad a través del arte cuando alguien la ha enfadado al punto de querer golpear a dicha persona.
Ese mismo amor al arte es lo que la llevó al Crac (Centro de Rehabilitación para adultos ciegos), donde, junto con psicólogos y trabajadores sociales, da clases de terapia artística a personas con discapacidad visual.
Cuando tiene un pincel en la mano, María del Carmen se transforma; deja atrás la mujer que se mueve con un poco de incertidumbre y que habla con un muy bajo tono de voz y en su lugar sale la artista: esa que hace movimientos seguros y certeros sobre el lienzo; esa que con la mano derecha da brochazos a la tela y con la izquierda va tocando levemente las zonas del cuadro que ya han sido cubiertas por la pintura.
Cada sesión antes de iniciar la clase, la artista forma un círculo con los participantes y hace una ronda de ejercicios motrices y psicológicos para que sus alumnos, muchos de ellos con viejas heridas de la vida, puedan tomar un pincel y, como ella dice, dar esa pincelada de oro que les permite sanar.
Cuando está dando clases es atenta a todos los detalles y las solicitudes de sus alumnos, les toma de la mano para mostrarles la manera en que deben sostener el pincel y con sus dedos van determinando los límites de los colores y las dimensiones de la figura que compondrán la pieza.
Entre los alumnos de María del Carmen hay personas de todas las edades y todas las profesiones; profesores universitarios, conductores de camión y jóvenes que desde muy pequeños han tenido que lidiar con desafíos.
“Yo lo que quiero es que el arte trascienda las barreras de la visión, porque como yo lo he dicho con mi proyecto Prohibido no tocar, es invitar a que las personas con discapacidad visual con esas barreras de color lo puedan empezar a percibirlo, a olerlo, a sentirlo, a hacerlo parte de sí”, dice la mujer.
El arte para María del Carmen y sus alumnos no es solo una manera de expresión, es una manera de decirle al mundo y a sí mismos que ellos pueden y pueden tanto o más que aquellos que ven.