Dos madres reclaman al mismo niño desaparecido en Armero: ambas aseguran que está vivo
Ambas aseguran que el pequeño que apareció en televisión tras la tragedia era el suyo.
Noticias RCN
01:53 p. m.
Han pasado 40 años desde que el municipio de Armero, en el Tolima, desapareció bajo toneladas de lodo y escombros tras la erupción del volcán Nevado del Ruiz.
Más de 25.000 personas murieron y miles fueron dadas por desaparecidas, entre ellas cientos de niños que sobrevivieron a la avalancha pero nunca regresaron con sus familias.
La historia de Omayra Sánchez dio la vuelta al mundo, pero muchos otros menores también fueron protagonistas de aquel horror, entre ellos uno que desató una disputa que aún hoy sigue sin resolverse: dos madres que lo reconocieron como su hijo.
Dos madres reclaman al mismo niño desaparecido en Armero
En medio del caos, cuando el barro cubría las calles y los cuerpos eran rescatados por centenares, se conoció el caso de un pequeño que fue mostrado por los medios de comunicación.
Su rostro, su mirada y sus palabras quedaron grabadas en la memoria de Colombia. Aseguró llamarse Ricardo Andrés, y esa simple frase bastó para que dos mujeres, desde lugares distintos, afirmaran que ese niño era el hijo que la avalancha les había arrebatado.
Claudia Ramírez es una de las madres que asegura haber reconocido a su hijo
Una de ellas es Claudia Ramírez, una joven madre que en 1985 estudiaba odontología en Bogotá. Cada semana viajaba a Armero para visitar a sus padres y a su hijo Andrés Felipe, de seis años.
Días antes de la tragedia, el pequeño estaba intranquilo por las lluvias y el riesgo de inundación:
“Yo le digo a mi mamá: mami, yo quiero llevarme a Andrés,” recuerda Claudia. “Y ella me dice: no, pero tú estás en exámenes finales, allá no vas a estar tan cómoda con Andrés. Termina tus exámenes y deja a Andrés. Entonces yo devuelvo a Andrés.”
Esa fue la última vez que lo vio con vida. Cuando la avalancha arrasó el pueblo, Claudia viajó desesperada desde Bogotá, pero al llegar no encontró a su familia ni al niño.
Semanas después, un amigo la llamó para decirle que había visto en televisión a un niño que decía: “Yo me llamo Andrés y mi mamá se llama Claudia.” Desde entonces, su vida se convirtió en una búsqueda sin fin.
Otra madre reconoció al mismo niño de la televisión como su hijo
La otra madre es Hilda Pedroza, quien llegó ese mismo día a Armero desde Líbano, Tolima, junto a su esposo y su hijo, también de seis años.
“Cuando nosotros salimos de Armero, yo lo cogí, él me cogió, nos entrelazamos las manos. Una sola,” recuerda con precisión.
Había una pared que se partió, pero nosotros alcanzamos, yo me alcancé a subir sobre el lavamanos, subí al niño sobre la mitad de la pared. A mí no sé qué cosa me partió la tibia y el peroné. Cuando íbamos más adelante, el muchacho dice: tranquila, yo lo tengo, yo lo cojo, suéltelo que yo lo cojo.
Fue el último instante en que tuvo contacto con su hijo. Desde ese momento, no volvió a verlo. Días después recibió una llamada a nombre de la Presidencia en la que le informaron que su niño estaba vivo y debía recogerlo en un hogar de paz.
Se dirigió mi mamá y Germán. Cuando llegaron allá, le dijeron que lo habían trasladado para Ibagué. Tampoco apareció.
Ambas historias, marcadas por la desesperación y la pérdida, se cruzaron tiempo después.
La disputa por el mismo niño perdido tras la tragedia de Armero
En los noticieros de la época apareció la imagen del niño que decía llamarse Ricardo Andrés Cárdenas. Tenía unos cinco años y fue mostrado como uno de los sobrevivientes. Tanto Claudia como Hilda lo reconocieron de inmediato.
Claudia observó con detenimiento la grabación:
Sus patillas, la oreja. Tenía las orejitas grandes. Y su perfil. Andrés Felipe. Es Andrés.
Mientras tanto, Hilda sostenía una fotografía del mismo niño mientras le preguntaban: “¿Cuántos años tiene ahí ese niño? —Cinco años y medio—. ¿El nombre de Ricardo lo dice? Ricardo Andrés Cárdenas,” respondió con convicción.
Dos madres, un mismo rostro, un mismo nombre y una ausencia compartida. Hilda y Claudia no se conocían, pero el destino las unió a través del mismo dolor.
Cada una asegura haber sentido, en lo más profundo, que el niño era su hijo. Y aunque entre ambas no hay resentimientos, sí las une una misma esperanza: que ese pequeño siga con vida.
Sería inmensamente feliz de que cualquiera de esos niños apareciera. Ellos tienen derecho a saber que tienen familia, que somos nosotros, que los esperamos, que los buscamos, que nunca los hemos dejado de buscar.
Claudia Ramírez
Hilda, por su parte, conserva su fe a pesar del paso de las décadas. “Yo lo espero hasta mi muerte, la verdad. De la existencia mía,” afirma con la voz quebrada.



