El burro: un amigo que se extingue
Especial periodístico sobre el burro criollo colombiano, su aporte a la historia y los riesgos de extinción de la especie.
A pesar de todo el servicio que ha prestado en la historia de la humanidad y en la construcción de Colombia, hoy el burro criollo colombiano está pasando al olvido.
Según la Universidad Nacional, la especie está a punto de desaparecer; con tan solo cien mil ejemplares en el país. Por eso es hora de entender de otra manera a este ser único y sensible para protegerlo de su extinción.
En Colombia todos sabemos dibujar, bien o mal, un burro, su imagen existe en nuestro cerebro; pero las tendencias modernas a humanizar las características de los animales llevan a esta especie directo a la puerta del olvido.
No hace falta buscar ese vacío en la mente de una generación nueva. La mayoría de las veces, con todo y su esencia viviente, se nos aparece en el paisaje, obvio y evidente como el aire, las nubes o el frío.
En el festival más grande que tiene Colombia en honor al burro, se extrañan las grandes cabalgatas que hacían inmensa la figura de este animal.
La línea biológica del burro
Los expertos aseguran que hay más de 200 modalidades de rebuzno, como si cada vez que un burro rebuznara fuera un telegrama que, aunque no viaja por vías electromagnéticas, se entiende de formas distintas.
Un burro es más grande que un perro y más pequeño que un caballo, quienes lo conocen de cerca aseguran que puede portar, sin duda, el título de mejor amigo.
Tiene siete vértebras cervicales, pero son pequeñas, lo que hace corto su cuello. Su hueso de la cadera es corto y estrecho, pero más horizontal, por lo que su lomo es plano y elevado.
Tiene los fémures reducidos y los hombros rectos, por eso sus zancadas son cortas. Su esqueleto está cubierto por 25 estructuras musculares parecidas a las de un caballo. Aunque su conducto nasal es más estrecho, sus arcos son más prominentes y una protuberancia en su cráneo lo distingue.
La historia de un burro, un niño y un perro
Para entender en qué momento se sembró la historia en Miraflores, Boyacá, de un niño acompañado por un burro y un perro, hay que partir de un principio: nuestras acciones a lo largo de la vida determinan nuestro destino.
Rafael Aponte, artista y defensor del burro, recuerda con nostalgia su infancia y cómo desde siempre estuvo ligada a este fiel y tierno animal que lo acompaña en sus viajes trascendentales, igual que en la historia de la humanidad.
Desde tiempos bíblicos, el burro demostró que fue creado para un propósito superior.


